Perspectiva del Siglo XXI
Las Escuelas Normales son hoy en día el resultado de las políticas, programas y acciones educativas que se han llevado a cabo por presidentes, secretarios de educación y dirigentes sindicales en el país. Estas reformas y programas aplicados a la formación de la enseñanza docente han sido en su mayoría discontinuas pues como se ha visto, no lograron dar respuesta a las necesidades vividas y una a otra reforma fueron intentos por solucionar lo que la anterior reforma no había logrado, provocando que no se lograra una estabilidad y claridad en el objetivo de la formación docente.
Durante décadas el magisterio contó con un alto grado de poder en las negociaciones con el estado, ya que significaba una gran opción de generar grandes recursos y desarrollo para el país, siendo la Escuela Normal rural y urbana fuertemente impulsada logrando posicionarse como una institución de gran valor nacional, pasando de ser un oficio encargado de enseñar a ser una profesión de nivel superior.
Sin embargo, la evolución vivida parece no estar al alcance de las expectativas que el capitalismo y la globalización han impuesto, evidenciando que la “época moderna” ha sido demasiado convulsa para la educación en este país. Pues a pesar de todas las reformas y los cambios realizados durante más de un siglo “…en México aún coexisten escuelas del siglo XIX, con maestros del siglo XX y niños del siglo XXI”…, provocando un rezago significativo en los profesores y alumnos.
Desde finales de los ochenta y principios de la década de los noventa se hizo evidente la necesidad de una “modernización” dentro del magisterio. Actualizando no solo al maestro como figura, sino en cuanto su nuevo papel al frente del aula, su incorporación con las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC’s), y su constante evaluación mediante diversas pruebas. Poniendo al descubierto la urgencia de debilitar al profesor que “les cuesta mucho entender los nuevos cambios o simplemente no quieren entrarle, sobre todo porque ya encontraron un espacio de confort y de conformidad” en métodos tradicionales de la enseñanza, y es a partir del resultado del proceso de transformación que refleja cada uno lo que puede y quiere ser.
Es necesaria una transformación normalista llevada a la práctica no solo mediante programas y políticas educativas, sino desde el actuar de cada profesor frente al aula y de cada estudiante normalista pues estos son “sujetos que se reproducen y reconstruyen, a partir de sus propias significaciones”.
Si las reformas siguen siendo implementadas bajo un modelo remedial de las necesidades pasadas y presentes, es decir, aplicando un sistema paliativo y no prospectivo, como lo fueron las escuelas rurales que se utilizaron como medio transitorio del modelo agrario al industrial, con la ausencia de un sistema homogéneo en tamaño y funcionamiento, todos los intentos por mejorar, innovar o modernizar resultarán fallidos.
Respecto al tema las autoridades de la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGSPE) durante el Congreso realizado en el estado la ciudad de Jalapa, Veracruz: Retos y perspectivas de la educación normal en el siglo XXI en el 2010 expusieron que “las escuelas normales transitan hacia el “futuro” con serias desventajas que no permitirán un desarrollo óptimo de sus funciones de docencia, investigación y difusión de la cultura, pidiendo así aprovechar el potencial académico de la comunidad”.44 En otras palabras, se ha tratado tanto de alcanzar la revolución tecnológica insertada en el campo educativo, que se han desaprovechado las áreas de oportunidad que realmente pudieron significar mayor desarrollo al país. El ejemplo lo tenemos con las escuelas rurales que en un primero momento tuvieron gran impulso, pero que después quedaron abandonadas, hasta el grado de verse forzadas a cerrar sus puertas, cooptando la oportunidad de ingreso a muchos estudiantes.
Ante la crisis educativa caracterizada por el bajo rendimiento académico, ineficacia escolar, evaluación deficiente, etc., se llevó a cabo un proceso de modernización impulsado desde el mismo Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación –SNTE-, la Secretaría de Educación Pública –SEP- en coordinación con las 32 entidades federales mediante la firma de la Alianza por la Calidad de la Educación –se hace mención de esta alianza debido a que uno de sus ejes se encuentra la “Profesionalización de los maestros y de las autoridades educativas” para que se realice una selección de los profesores que estarán frente al aula-, misma que no ha terminado de aterriza, pues no se ha generado un cambio significativo reflejado en el sistema educativo. Lo más cercano a ello es el gran esfuerzo que se ha realizado por terminar con una larga tradición de la herencia de plazas mediante el concurso; el sistema de formación continua para la superación profesional; y la más reciente reforma curricular al Plan de Estudios de Educación Primaria y Secundaria 2012, en dónde una de las orientaciones curriculares está basada en “competencias”.
Lo anterior lo podemos encontrar explicado a partir del sistema globalizado en el que nos encontramos, y por la gran influencia de los organismos internacionales como el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Mismos que, a partir de sus orientaciones políticas, económicas, administrativas y educativas tienen como objetivo central “aumentar la competitividad de los mercados regionales para que éstos se incorporen al flujo mundial de intercambios de bienes y servicios”. 45 Dejando a la vista que al sistema educativo se le está tratando de adaptar a las necedades del mercado globalizado, convirtiéndola en un bien económico.
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